PDF, la Oración, Ellen G. White

Las Sagradas Escrituras nos aconsejan: “Orad sin cesar”. Esto no significa
que hemos de pasar todo el día de rodillas en oración formal. Sí significa que debemos vivir y servir a nuestro Señor en la atmósfera de la oración.

La oración es el canal de comunicación entre nosotros y Dios. Dios nos habla por medio de su Palabra, nosotros le respondemos por medio de la oración, y él siempre nos escucha. No podemos cansarlo o abrumarlo con las palabras de nuestro corazón.

Vivimos en tiempos difíciles. Los acontecimientos que ocurren a nuestro alrededor exigen que cada seguidor de Cristo mantenga fervientemente su relación con Dios. Para fortalecer esta relación y satisfacer nuestras necesidades emocionales y espirituales, debemos aprender el poder de la oración. Como los discípulos de antaño, debemos rogarle al Señor: “Enséñanos a orar”.

Somos reconfortados al saber que Dios está dispuesto y listo para escuchar y responder nuestras sinceras plegarias sin importar las circunstancias. Él es un Padre amante que se interesa cuando las cosas van bien y cuando las vicisitudes de la vida nos propinan los golpes más devastadores. Cuando el clamor de nuestro corazón es ¿Dónde estás, Dios?, él se encuentra a la distancia de una oración.

Alguien ha dicho que se logran más cosas por la oración que lo que el mundo se imagina. Esto se aplica especialmente a la iglesia. “La mayor y más urgente de todas nuestras necesidades es la de un reavivamiento de la verdadera piedad en nuestro medio. Procurarlo debiera ser nuestra primera obra”.

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