Quisiera aclarar desde el comienzo que este libro no es un código en sí. No ofrece la posibilidad de conocer a otra persona simplemente a través del comportamiento no verbal.

El lector tampoco podrá sentarse frente al televisor sin sonido y traducir los movimientos del cuerpo de los protagonistas como si éstos respondieran a un vocabulario fijo: juguetear con los dedos no quiere decir necesariamente siempre lo mismo y cruzar la pierna de izquierda a derecha, tampoco.
La comunicación humana es demasiado compleja. De todos modos, la investigación sobre la comunicación es todavía una ciencia incipiente, lo que sí pienso, es que llegará el día en que puedan realizarse cursos que permitan descifrar el comportamiento no verbal.
No estoy segura de que esto sea algo muy valioso, especialmente si la gente espera demasiado de ello. No obstante, todos tenemos una cierta habilidad para descifrar determinados gestos. La llamamos intuición. La aprendemos en la primera infancia y la utilizamos a nivel subconsciente durante toda la vida, y es en realidad la mejor manera de hacerlo.
En un instante interpretamos cierto movimiento corporal o reaccionamos ante un tono de voz diferente y lo leemos como parte del mensaje total. Esto es mejor que barajar varias docenas de distintos componentes de un mismo mensaje y llegar a la conclusión de que algunos se contradicen entre sí.
Deseo que este libro le dé a los lectores lo que al escribirlo me dio a mí: ha agregado a mi vida una cantidad de placeres curiosos. Ahora confío en mi intuición, a veces hasta el exceso. También puedo descifrar de dónde proviene. Cuando tengo la impresión de que alguien está secretamente enfadado, por ejemplo, sé que algún movimiento imperceptible de su cuerpo me lo ha indicado así.
Todavía me dejo guiar más por un sentimiento generalizado acerca de una situación que por un análisis intelectual. Para mi satisfacción personal, sin embargo, y más aun para mi propio placer, puedo explicar con frecuencia, aunque sea parcialmente, este sentimiento. (Flora Davis)